Nunca he llegado a saber por qué pero las catedrales son uno de los monumentos que más me llaman la atención. Pese a no ser católico siempre que estoy de viaje me siento atraido por ellas y trato de visitarlas. No se si será la enorme fortaleza que muestran sus muros, la extraordinaria belleza de las esculturas y gárgolas que habitan en ellas o el imaginarme las historias que, a lo largo de los años, ocurrieron entre sus muros.
Así que, como no podía ser de otra forma, una de las visitas que tenía marcadas en rojo durante mi estancia en Chester era la de su catedral de modo que, aprovechando una tarde de lluvia en el pueblo, me dirigí a disfrutar de una agradable visita por la historia y la tradición de las gentes que, durante años y años, han habitado este pequeño y bonito pueblo del norte de Inglaterra y para ello ningún lugar mejor para resguardarse de la fina pero molesta lluvia que caía en ese momento que en la Catedral de Chester.
La Catedral de Chester se encuentra situada en pleno centro de la ciudad, justo enfrente del Ayuntamiento de Chester, y junto a la muralla de origen romano que rodea la ciudad. Su enorme tamaño, debido a la importancia que ha tenido durante el paso del tiempo, hace que sea visible casi desde cualquier punto de la ciudad ya que, su imponente torre, se levanta por encima de cualquier otro edificio del centro. Llegar hasta ella es sencilla y la entrada gratuita aunque nunca estará de más que deposites a la salida las tres libras de donativo que te recomiendan.
Lo primero que te encuentras en su interior, una vez pasados los baños y la pequeña recepción en la entrada, es el pasillo que recorre el claustro por fuera. Si giras a la derecha comenzarás al visita a lo que es la Catedral de Chester cuya puerta se encuentra al final del pasillo. Nada más entrar ya te quedas ensimismado por la grandeza y el tamaño de esta preciosa catedral del S.XI que se muestra esplendorosa ante ti. Los amplios y coloridos ventanales son una preciosidad a la que debes dedicarle tiempo. La luz penetra entre sus vidrieras coloreadas mientras disfrutas de una paz y una calma que inunda todo el espacio de la Catedral de Chester.
Una vez en su interior comienzo a caminar por sus rincones descubriendo cosas tan interesantes como el ejemplo más antiguo que queda en Inglaterra de lo que es una antigua corte de justicia eclesiastica. Realizada en madera a finales del S.XVI por aquí pasaron muchos de los malechores de la época. La sala, pequeña y con un bonito aroma a viejo, está dominada por esta gran pieza de madera sobre la que se sentaban los jueces y la corte para juzgar las ofensas producidas por los ciudadanos. Un lugar que impresiona y que rebosa historia y tradición por sus cuatro costados.
De nuevo en la parte principal de la Catedral de Chester hay que destacar sus techos de madera, sus arcos de diferentes épocas, destacando sobre todos ellos el situado en la parte norte de la Catedral que data del año 1100, o la capilla del año 1270 dedicada a la Virgen María. Lugares y detalles que no pasan desapercibidos frente al imponente altar mayor o al órgano que acompaña al coro de la Catedral de Chester en cada uno de sus actos. Una vez visto el interior no queda otra que salir al exterior y recorrer sus pasillo mientras te encuentras una sorpresa detrás de otra.
Lo más importante es una pequeña sala, situada a la derecha al salir por la parte norte, que data de mediados del S.XIII y en la cual los monjes se juntaban cada día para escuchar un capítulo de las reglas que regían sus monásticas vidas antes de comenzar con sus quehaceres diarios. La sala, pequeña pero coqueta, es una preciosidad que te deja con la boca abierta. El aroma y el ambiente que se respira te lleva a viajar siglos y siglos atrás hasta llegar a imaginarte la vida que se debía llevar entre estas paredes. Un lugar que no te debes perder en tu visita a la Catedral de Chester antes de poder dedicar una parte de tu visita a deambular por el jardín interior disfrutando de la extraordinaria arquitectura de esta catedral.
Para finalizar la visita por su interior no hay nada como visitar el antiguo refrectorio en el que los monjes degustaban sus viandas diarias situado en uno de los laterales del jardín. Y para poder rememorar esos tiempos en los que los monjes dedicaban sus horas a la alimentación nada como colocar, en esta amplia y preciosa sala, un bar, gracias al cual puedes degustar un menú o beberte cualquier refresco mientras pasas a la tienda a comprar tus recuerdos de la visita y, sales a la calle, no sin antes depositar tus tres libras de donativo, tal y como te han indicado en la entrada.
Para finalizar la visita vale la pena recorrer el exterior de la Catedral de Chester hasta alcanzar el jardín de homenaje a los soldados del Cheshire Regiment que murieron durante la II Guerra Mundial, un lugar especial, lleno de encanto, que sirve de colofón final a la visita a la Catedral de Chester y que me permite, ahora que la lluvia ha cesado, continuar disfrutando de un bonito día por el precioso pueblo de Chester.