Y otra vez. Otra vez el ruido de la gente al partir hace que me despierte antes de lo previsto. Ya van dos días seguidos y la cosa comienza a ser mosqueante. Un día más madrugan más de la cuenta. Quizá hoy tenga algo más de sentido por el calor pero es que salir de Pamplona cuando aún no ha amanecido… Así que no hay más remedio que levantarse ya que no se puede seguir durmiendo. Por la noche ha seguido lloviendo algo pero, por suerte, ya ha parado y no parece que vaya a caer nada durante el día.
La salida de Pamplona es preciosa. Andar por las calles de esta preciosa ciudad a estas horas es algo extraordinario. Poder disfrutar de la soledad al pasar por calles míticas como Estafeta (una pena que la churrería esté cerrada), Mercaderes, la Plaza del Ayuntamiento o la Cuesta de Santo Domingo es algo mágico. Bajamos a los corrales, vemos a San Fermín allí situado, unas fotos de la pendiente, del Ayuntamiento y de algunas calles y a seguir camino del parque de la Taconera, el cual nos dejamos a la derecha, y del parque de la Ciudadela, al otro lado del cual estuvimos hace unos días al bajar del autobús, y el cual cruzamos camino de la zona de los hospitales. Pero justo antes de salir de Pamplona paramos a desayunar en una de las muchas pastelerías que por allí.
Tras andar un poquito y llegar al final de la ciudad por fin se ve nuestro objetivo del día. El alto del Perdón se alza majestuoso delante nuestro coronado por sus molinos y esa imagen no se la toma igual todo el mundo. Dos chicas catalanas se asustan al verlo y deciden regresar a casa. Una va con el tibial inflamado, la primera que cae, y no tiene ni fuerzas ni ganas para seguir. Hace bien, los que hacemos mal somos los que tenemos la misma lesión que ella y seguimos andando gracias al ibuprofeno. Una gran nube cubre la zona alta y mucha gente se asusta pensando que hay que pasar por allí. Tranquilos, no es por allí, tenéis que mirar a la derecha, entre las dos filas de molinos. Esa es la dirección a seguir.
Tras esta retirada, la correspondiente despedida y los ánimos, tanto para recuperarse pronto como para seguir en el Camino de Santiago, abandonamos Pamplona en dirección a Cizur Menor por el arcén de la carretera, reconvertido en acera para mayor seguridad de los peregrinos. Poco a poco la carretera va aumentando de pendiente hasta que llevas unos 5 km recorridos en los que, una pequeña bajada de cerca de un kilometro, te lleva hasta una urbanización desde la que comienzan las primeras rampas de la subida. Al principio la pendiente no es muy elevada y se hace llevadero. Pronto llegas a Zariquiegui, lugar ideal para una primera parada a comer algo antes de emprender el duro y tortuoso camino que lleva hasta el monumento a la caravana peregrina situado en el Alto del Perdón.
A partir de Zariquiegui hay dos kilómetros de subida complicados. Vuelve a ser una senda, estrecha en muchas ocasiones, en la que la lluvia de la noche anterior ha hecho que tenga tramos complicados, sobre todo una escalera de bajada de tablones de madera que el barro convierte en una trampa. Resbalón, tobillo doblado, pinchazo brutal y aparición de mi primer dolor serio en el tobillo. No fui el único. Así que, el resto de la subida, y sobre todo la bajada, se convierten en un suplicio. El dolor es intenso y la bajada, al contrario que el año que pasé por aquí con la bici, la hago por el camino. Entre el tobillo que comienza a dolerme y veo que se me está inflamando y las plantas de los pies que las llevo llenas de ampollas consigo que los cuatro kilómetros de bajada que me llevan hasta Uterga se conviertan en la peor experiencia de este Camino de Santiago. Yo creo que todas las piedras del camino se me clavaron a mi. Por suerte al final del pueblo hay una bar en el que descanso un poco y me como un maravilloso bocadillo de pollo que hace que se me pasen todos los males. Un ibuprofeno antes de partir a afrontar los 7 últimos kilómetros del día que te llevan hasta Puente la Reina por un camino relativamente cómodo y en el que sol ya comienza a apretar.
En poco más de una hora y algo estoy en la entrada del pueblo. Lo encuentro cambiado, no lo reconozco así que me descentro un poco pero pronto encuentro el albergue de los Padres Reparadores, ese en el que no nos dejaron entrar años atrás por que íbamos en bici, en el cual hay varios compañeros de camino que se paran. El sevillano y yo seguimos hasta el otro albergue, el que se encuentra al final del pueblo, en lo alto de una colina y que tiene una rampa final de 300 metros horrible. Pero vale la pena. Un albergue moderno, cómodo y con piscina que hace las delicias de todos los allí alojados. Y es que, si algo agradeces cuando llegas al albergue, es poder poner los pies en remojo en agua fría ya sea en el rio, en la piscina o en una fuente.
Comemos algo en el albergue, descansamos en la piscina, hacemos una colada que se seca rápido gracias al viento que hace y bajamos a cenar a Puente la Reina lugar en el que degustamos un menú peregrino que no está nada mal. Platito de sopa y trozo de carne que hacen que recuperes energías de cara al día siguiente en el que la etapa nos llevará hasta Estella por un recorrido duro, especialmente a la salida de Puente la Reina, con continuas subidas y bajadas incómodas.