Nuestro viaje a Roma se inicia de madrugada. El avión de Ryanair sale a las 6:30 desde Manises por lo que el madrugón que nos pegamos es de los que hacen época. Valencia duerme tranquila lo que favorece nuestro trayecto hasta el aeropuerto. Allí nos encontramos los cuatro que vamos a realizar el viaje a Roma, a la ciudad eterna, a la capital de Italia, a la ciudad que durante tantos años fue el centro del mundo.
Manises está vacío, como casi siempre. Cada vez que vengo al aeropuerto me quedo asombrado por el escaso tráfico que tiene. Es la puerta de entrada a Valencia pero no se ve mucha gente. Cierto que hoy volamos a horas intempestivas pero otras muchas veces he volado en otros horarios y sigo viendo poca gente. No pasa nada, mejor para nosotros. Con rápidez pasamos el control de seguridad y accedemos a la zona de puertas. Aquí hay más ambiente pero tampoco ninguna barbaridad. Para barbaridades ya tenemos la maldita tradición de ponerse en la cola de embarque cuando se anuncia el vuelo en la pantalla. Cuando aprenderán que luego se sube al avión en función del billete que tengas.
Preparar el viaje a Roma ha sido una odisea. Hay tantas cosas para visitar, tantos sitios a los que ir que al final nos vamos sin rumbo fijo. Sobre la marcha iremos decidiendo donde vamos y que vemos. Por no saber no sabemos ni como ir desde Ciampino hasta Roma. Varias son las opciones pero no tenemos decidido si tren, bus, metro…Tenemos tiempo en el avión para ir comentándolo. Son dos horas de vuelo cómodo exceptuando unas cuantas turbulencias pasadas las Islas Baleares que hacen que algunos se peguen un buen susto.
Es curioso el tema de las turbulencias. Realmente no eres consciente de lo que sufre la gente hasta que ves como todo un avión se calla y solo se escuchan algún que otro grito a cada vaiven del avión. El llanto de un niño rompe la monotonía creada tras el anuncio del piloto. Todo era alegría por el viaje, relatos de historias pasadas, comentarios jocosos y, de repente, el silencio más absoluto. El miedo se apodera de la gente. Curioso.
Por suerte este episodio dura poco y pronto estamos en Ciampino, un pequeño aeropuerto de Roma que sirve de llegada a los vuelos low-cost. Bajamos del avión, andamos por unas cuantas salas y en pocos minutos estamos en la calle esperando el bus de Terravision que nos lleve hasta Rona Termini un servicio cómodo y fácil que, en poco más de media hora, te deja en el centro de Roma. Teniamos miedo del tráfico de Roma, su mala fama le precedía, pero el busero está acostumbrado y hoy es día de sobresaltos con los medios de transporte así que nada mejor que coger un autobús, subir en él a unos 50 pasajeros y comenzar a conducir cual kamikaze hasta el destino. Llegar en plena hora punta hasta el centro de Roma en poco más de media hora no creo que esté al alcance de cualquiera.
Desde aquí hasta nuestro hotel, el Soggiorno Blu en el que encontramos una buenísima oferta a través de Destinia, no hay más de 300 metros lo que nos vino muy bien para no tener que arrastrar las maletas por las empedradas calles de esta zona de Roma. Un sencillo hotel, sin más, en el que cogimos una habitación para los cuatro. Es un lugar difícil de definir al que yo volvería sin dudas por su excelente situación pero que no recomendaría a casi nadie de los que conozco.
Pero estamos en Roma y tenemos muchas cosas que ver así que dejamos las maletas en nuestra habitación y salimos de nuevo hacia Termini desde donde comenzará nuestra visita a Roma. Y es que, al final, hemos decidido que lo mejor será no separarse mucho del hotel este primer día.