La verdad es que he dormido de puta madre, solo un poco de frío en los pies, pero bastante bien, no me levanto cansado ni me duela la espalda o el cuello. Sobre las 6:30 o así nos despertamos, desayunamos un par de sandwichs, recogemos toda la mierda de la noche anterior y plegamos la tienda de campaña como buenamente podemos (no queda muy bien que digamos). El camino hasta Los Ángeles son como unas cuatro horas y media o algo así, ya que hasta que no cogemos la US-101 la velocidad es bastante lenta y al llegar a las proximidades de Los Ángeles empieza a haber bastante tráfico. Nuestro destino es Santa Mónica, ya que el alemán se quiere quedar en el mismo hostel que yo (y en la misma habitación el…).
Llegamos a Santa Mónica poco antes de la 13, y el check-in en el HI Santa Mónica no es hasta las 14 h, por lo que dejamos las maletas y nos vamos a pegar un vistazo por si hay algún lugar para aparcar el coche que no sea el garaje donde lo hemos dejado que cuesta cerca de 20 usd el día. Nada que hacer, lo mejor será dejarlo en el parking, pagar los 20 dólares de mi bolsillo y ya está.
La habitación, que es para cuatro, coincidimos con un médico nigeriano que ha estado unos días en unas conferencias en San Diego y aprovechando el viaje se ha venido a pasar unos días a Los Ángeles y se vuelve a su país. Sí, sí, has leído bien, un médico nigeriano que ha venido a dar unas conferencias en un hostel. Ya se que en España eso es impensable pero aquí, en Estados Unidos, es lo que hay.
Dejamos las cosas y yo, antes de ducharme, me voy a buscar un supermercado para comprar detergente y poder lavar la ropa que tenía acumulada y la de la noche anterior, que después de la barbacoa no te puedes imaginar como huele. Encuentro uno que se llama Whole Foods Market y es una especie de supermercado “verde”, ecológico, en el que todos los productos son naturales y que no vende coca-cola. Aprovecho y me compro unos noodles con verduritas que tienen muy buena pinta y me voy al hostel, aunque de camino me encuentro una tienda REI de montaña y, como no, paro a pegar un vistazo y aprovecho para comprarme un forrito polar y una navaja suiza que falta me hacía.
Ya en el hotel, me como los noodles que me salen buenisimos, me pego una duchita que me deja nuevo por un rato y pongo la lavadora. Mientras tanto, y para no aburrirme, me pongo a escribir las cronicas que, espero, muchos esteis leyendo. Con esto paso la tarde entretenido y me permite descansar un poco que nunca viene mal.
Por la noche me voy a cenar a un sitio en Promenade (calle principal de Santa Mónica) bastante chulo, muy americano que se llama Barney’s Beanery. ½ pollo a la parrilla con salsa barbacoa entre pecho y espalda, acompañado de brócoli que debe ser que en USA lo regalan por que, pidas lo que pidas, vas a comer brocoli. Además tengo la oportunidad de ver un partido de la NBA en el que jugaba el pequeño de los Gasol. No recuerdo ni como quedaron ya que no prestaba mucha atención pero habrá que ponerse al día para cuando llegue el momento de ver un partido de la NBA en directo que ya queda menos para encontrarme con mi hermano en Nueva York.
De ahí al hostel a leer un ratito, preparar lo que voy a ver en San Diego, donde voy en un par de días, y a dormir que hoy ha sido otro de esos días en los que, sin hacer nada del otro mundo, te encuentras cansado.